viernes, 16 de febrero de 2024

Paco Clavel - Producto Nacional (1998)

Casi siempre hay cierta adrenalina en empezar a familiarizarse con un disco de la calaña que nos ocupa en este blog; es esa promesa tácita de deliciosa inmundicia la que agita mis intestinos con fruición cada vez que me arrojo a estas líneas. Pero no siempre sucede, y mi cuerpo sólo sabe emitir un suspirito de derrota cuando sé que me voy a enfrentar a tres cuartos de hora de ligera desazón con nula recompensa.

Esta es una de esas veces: Paco Clavel, preboste del petardismo, doctor en mamarracheo tróspido por la Universidad del Chirimoyo, monarca de la micronación del Cutrelux, e hijo predilecto de Valdepeñas, me va a ofrecer lo mismo que me ofreció Fabio McNamara hace unos meses: un persistente dolor de cabeza. Por lo menos, parece que Paco no ha sufrido una temible reconversión a un nacionalcatolicismo recalcitrante como su otrora frater (no sé por qué estoy escribiendo en castellano antiguo, se me irá pasando), prefiriendo pasar sus ratos libres programando un podcast en RTVE que, siendo sincero, parece bastante más apetecible que su Producto Nacional.

Como casi todo el que se define como "agitador cultural", Paco obra en terreno ya labrado: el pop art de Warhol, el pasotismo de Sid Vicious, el toro de Osborne y la blusa de su tía abuela Toñi son los ingredientes que componen su propuesta, que viene resumida (pero no lo suficiente) en este recopilatorio interminable de veinte canciones que debería venir en un pack junto con suficiente Omeprazol como para derribar a un paquidermo. Pero para qué seguir derrochando polisílabos cuando puedo arrimarme a "La estufita" y darle al play aquí a la vera de mi mesa-camilla.

¿Y es infumable? Vaya. Con un tecladillo que debería ser ilegal tocar a más de diez metros de una cabra, este calefactor sónico me deja más bien tibio. Si le llamasemos "provocación" a sonar como María Jesús (sans acordeón) intentando animar un cumpleaños en una gofrería, entonces sí, esto es la marcha sobre Washington. Pero por lo que sea, a mí esta ñoñada, que avergonzaría al Dúo Dinámico si aún les quedara vergüenza que sentir, no me lleva a cuestionar el status quo, que ya tiene suficiente con lo que tiene si artistas como Paco Clavel se consideran disruptores del mismo. Nada, cuatro párrafos y ya sueno como Bertrand Ndongo, tengo que mirármelo esto.

Clavel no es más que una víctima de sus circunstancias, un hijo del tardofranquismo al que se le encendió la bombilla de, en el mejor de los casos, satirizar el pop cañí para, de alguna manera, arrebatárselo al régimen. En el peor, tienes "Producto nacional": the song, una suerte de pasodoble de verbena en el que si hay algún guiño que busque nuestra complicidad en la mofa, yo no lo veo. Al menos la reivindicación patria va a lo importante: "me acuerdo (...) de la horchata, de las cañas, calamares y las rabas, del bacalao al pil-pil".

Pero no hay por qué preocuparse, porque llegan Santonja y Van Aerssen, las Vainica Doble, que si alguna vez se consideraron por encima de ciertas colaboraciones, nunca lo hicieron patente. Podría dejar la mención de "La chinita de Shanghai" meramente en citar su título, pero sus cuatro minutos y medio de duración ameritan explayarse. Lo siento, no puedo compatibilizar que las mismas mujeres responsables de esa maravilla que es "Habanera del primer amor" dieran a luz a esta patochada. "Su ping chai", repiten, como si significara algo, antes de adentrarse en una épica historia de amor e intriga sobre una asiática con un pai-pai y un idilio con el cuerpo diplomático de las Indias Holandesas, o algo por el estilo. Como ese amigo que nunca se va de tu casa, la canción se resiste a terminar: es necesaria una coda de un minuto eterno, con las Vainica gritando como si vendieran bragas en el mercadillo, para que se imponga la misericordia.

La tregua no tarda en evaporarse porque "Lupe, Lupe, Lupita", que no sabe si es mexicana o de Georgie Dann, vuelve a insistir en la estética de canción de toro mecánico. Esto es transgredir, parece: sonar al peor grupo tributo a Dinamita pa los Pollos que es posible concebir; el día que Duchamp (o Freytag-Loringhoven, no estoy yo para refutar teorías plausibles) decidió que un orinal del revés podía ser arte, estaba dando alas a toda una generación de sicalípticos sin talento. Tú te pones a cantar doo-wop embutido en una alfombra de salita de estar y la perilla teñida de verde fosforito y, si te lo crees muy fuerte, habrá hasta quien piense que estás abriendo vereda. "El twist del autobús", por sí mismo más inofensivo y entrañable que otros intentos, no es más que otro síntoma de esta especie de incapacidad para ser original. Por lo menos GG Allin se rebozaba de mierda.

Parte de culpa se le puede achacar a la versión del disco, una regrabación anémica del tema de Clavel y Jazmín que ya casi había cumplido la mayoría de edad para la aparición de Producto Nacional. En el marco adecuado, puedo vislumbrar sin problemas cómo "El twist" podía resultar refrescantemente gamberro, aunque me lo presente Laura Valenzuela con la misma solemnidad que una muerte en la familia real. Paco, con sus pinzas de tender la ropa como collar y su facha de Robin Williams en Jumanji, parece un alienígena del planeta de la diversión. Es infecciosa su despreocupación, su buen rollo... ¿qué pasó? ¿Por qué Producto Nacional está mezclado y producido como si fuera a sonar exclusivamente en el hilo musical de una oficina de la seguridad social? Qué insondable misterio.

Pero para qué elucubrar cuando podemos ir al Simago a comprar un brasero. Que son rebajas. ¡Rebajas! Paco opta por presentarse de manera casi ininteligible; no sé cuándo grabaron esto, pero estoy prácticamente seguro de que no hacía falta utilizar un cilindro de cera. Watson escuchó más nítidamente a Graham Bell de lo que oímos a Paco aquí, en otro de esos fusilamientos de Neil Sedaka que sorprenden por su redundancia. Toda buena voluntad que "El twist del autobús" había recuperado se evapora como esos ABSURDOS precios de enero. ¡Me lo quitan de las manos!

Si el invierno trae ofertas, el "verano negro" trae calor, y mosquitos; rumba, y melanomas. "Qué espanto, qué horror", aúlla Clavel, como el coronel Kurtz en su lecho de muerte, plenamente consciente de lo que está haciendo. Todas las plagas de la temporada estival, salvo quizá la de los guiris en Lloret (aunque es posible que los tres muertos que ve el intérprete por el retrovisor sean consecuencia del balconing, no se nos facilitan más detalles de tal escabroso suceso). Poseído por el espíritu de Peret, Paco intenta hacer su mejor imitación de un fiestero de camisa abierta, con dudosas consecuencias; quizá el catalán, bien vivo por entonces, vio su cuerpo invadido por el alma errante de Paco, y hasta sus últimos días se siguió preguntando cuándo se compró aquella blusa estampada con chorreras.

Mamma mía. Recuerdo a Fabio maullar en su álbum, y ahora veo que podía haber calcado tales insólitas onomatopeyas a Paquito, que en "El gato se muerde la cola" profiere sonidos similarmente terroróficos, llegando hasta a ronronear con bastante pericia, la verdad. La canción es penosa, con una letra que es el típico batiburrillo de italo-pop (obra de Giorgio Gaber) que suena inteligente cuando no le prestas mucha atención, pero se hace pedazos al más ligero toque: "yo soy hiriente (CHAS!), soy displicente (), pues soy orgulloso y bastante vanidoso". Que yo también uso el diccionario de sinónimos y antónimos, pero no luego no cobro royalties. El highlight del tema son las efervescentes coristas, que pelean por introducir sus ad-libs antes de ser atropelladas, y que en general comparten mi confusión ("¿ÉLESPUNZANTEPORQUÉ?"). Preferiría que me arrancaran el fémur a oír esto una vez más, y voy por la cuarta. No me quedan fémures, gente.

Seguimos. "El escapulario", starring el ritmo 84 de un Casio CTK-611. En ese intento de carpetovetonismo irónico, por fin nos adentramos en la España profunda, en el Jaén natal de Paco. Tendrá menos arte que un boniato, pero no sé, a mí me enternece. Quizá sea el hecho de que la canción no sea una ridiculez, quizá que Clavel consiga transmitir que le tiene cierto respeto al material por una vez, pero aquí lo kitsch y lo tradicional se fusionan sin desprender radiaciones ionizantes. Me imagino a una señora emocionándose escuchando esto en una radio muy, muy antigua, una que disimule el cutrerío imperante, y no puedo enfadarme.

Y lo normal sería que mi ánimo fuera devastado por el siguiente corte, pero "Rascayú", un clásico del mallorquín Bonet de San Pedro, está cortada también por el patrón correcto. La historia, lúgubre pero cachonda (especialmente para venir de 1943), podría ser considerada el "Thriller" castellano si, como ya sabemos, "Thriller" no fuera ya nuestro de entrada. Es maravillosísima. Y no sé de quién fue la idea, pero acertó: si hay que replicar un hit halloweeniano, hay que llamar a Fangoria. La original es mucho mejor, porque su sucesora, que al final no puede evitar añadir fuegos artificiales modernos que le roban todo el encanto; si la de Bonet es Ed Wood, la de Alaska y Paco parece más un Sharknado; la inocencia es un grado siempre. Pero aún así, ¡buen trabajo! Dos canciones que no me producen ictericia seguidas: da igual que sean productos reciclados, es todo un logro.

No hay dos sin tres, se supone, pero "Pop cañí" (juro que cuando he usado esa dupla de palabras en el quinto párrafo no sabía que iba a haber una canción llamada exactamente así) se esfuerza en desmontar el cliché ofreciéndonos purita bazofia sin destilar, ahí a chorro gordo. El tema, subtitulado "Yo no quiero ser torero", expone con laxa determinación las problemáticas de ese obsceno maltrato animal que normalizan ciertos energúmenos, a la par que no puede evitar desarrollar cierta fascinación por la fiesta que atrapó a Hemingway, ese borracho. Y todo bien, Paco, pero dejo de bancarte en el momento en el que hablas de ir a Graná a no sé qué y empiezas a decir "mi arma" esto y "mi arma" aquello; eres de Jaén, sabes que si pones acento sevillano a la vera del Genil no sales con las dos piernas en su sitio. Olé, olé, ya.

Me rindo ante la evidencia de que, como compositor, Paco Clavel es un tipo bien majo que no ha juntado dos ideas novedosas jamás, pero reinterpretando temas de otras personas tiene ciertas aptitudes. La siniestra "Voy a pintar las paredes con tu nombre" suena enlatada no, lo siguiente: es como si estar escuchando a una orquesta de verbena de pueblo desde dentro de una fosa séptica. Sin embargo ese sonido grunge la dota de cierta magia, como sucede en la cover de Juanito Valderrama "Vieja leyenda", que dista de ofrecer nada nuevo más que una agravación del síndrome de Estocolmo que estoy desarrollando, pero ahí existe, impertérrita, aludiendo a la España del capote y la peineta, en la decimotercera posición del setlist. El contexto de la de Valderrama y Dolores Abril se pierde completamente, eso es cierto: la pareja coplera sí estaba siendo revolucionaria, y cuando cantaron, en 1963, "rock and roll para romper la pandereta", hicieron más por despejar las telarañas de un franquismo AÚN VIGENTE que lo que hizo la Movida en dos lustros, pero bueno, al menos tengo que agradecerle a Paco que me enseñe lo que es verdaderamente punk aunque sea por comparación.

"Almacenes Ruiz", dilo tata. Este jingle de un outlet de mobiliario sito en Hortaleza, 19, es otro viaje al pasado majestuoso, que sigo sin entender por qué Paco tiene que ser nuestro guía a través del tiempo, ni sé si es de los que luego piden propina, ni cuánto es apropiado darle, pero mira, se le empieza a coger cariño a tanto sinsentido. Por supuesto, ahora en la vieja ubicación de la tienda, allá por Chueca, hay un restaurante chino, cuyos propietarios no sabrán de su importancia histórica entre plato y plato de ku-bak con gambas. Y quizá sea esa la misión de Paco después de todo, pero luego llega "Pornobilly" y se me pasa todo.

Clavel habla de su picha durante un buen ratito sin dar lugar a dobles sentidos, con las coristas al borde de la petite mort y el cantante erigido en un chulo de gasolinera, una actitud que le pega más o menos lo mismo que la de fraile dominico. Quizá esto también tenga relevancia antropológica, al fin y al cabo es imposible entender el desarrollo de la humanidad sin hablar del falocentrismo que ha dominado a la especie durante de milenios, pero sin ánimo de trivializar, el pene de Paco Clavel no merece, diría yo, su propio capítulo en la enciclopedia Larousse, como tampoco lo hace en este álbum. 

Llegamos a "La Martinica", en cierto sentido la última canción real de Producto nacional, y quizá la mejor de las pergeñadas por Don Francisco Miñarro, que eso dice el DNI de este hombre. Bien acompañado, tal vez, por Alma María, integrante de Los 3 Sudamericanos (que cantaban aquella de "Cartageneeera moreeena", bua, buenísima), nos pasamos un rato a los ritmos caribeños del calypso, soñando con viajar a esa dependencia de ultramar francesa como hiciera ese pederasta de Gauguin, aunque entiendo que con menos perniciosas intenciones. Pero como mínimo es una pista rebosante de racismo paternalista, así que no se van de rositas.

Los cuatro últimos surcos del vinilo se reservan para material antediluviano de Clavel y Jazmín, el grupo de Paco (y en el que Nacho Campillo, líder de Tam Tam Go! ergo responsable de "arroba love.com", tocaba la guitarrilla; Dios los cría...), y en el que aparece también acreditado Bob Destiny, una persona que no existe. Quiero decir, había un Bob Destiny, un terremoto con patas que salió de Puerto Rico para publicar fogoso soul en Algeria, of all places; tras ver el poster de una actuación del excitante showman, Paco y cía tuvieron la idea, una que dispararía décadas de apropiación debida e indebida de creaciones ajenas, de adoptar "Bob Destiny" como nombre artístico, aun sabiendo con total certeza que ya había alguien en la industria llamado así. Es admirable la desfachatez; con un poco más de sinvergonzonería, no mucha, Paco podría haber firmado servilletas garabateadas como "Picasso" y vivido de las rentas años y años y años, pero qué le vamos a hacer, le puede su humildad.

Como colofón, se nos regalan sendas versiones incunables de "El twist del autobús", "Marcianita" (la letra ha envejecido como una lubina al sol, pero hace falta mucha incompetencia para arruinar este pepinazo, y Paco, como hace en sus mejores covers, la enfrenta con chocante seriedad), "El rock de la alegría" (del Dúo Dinámico, si es que yo no doy puntada sin hilo) y "No lo ves" de Los Mustang; ninguna de las tres últimas es de Paco, pero combinadas forman una buena candidatura a chica yé-yé definitiva (ahora que el puesto está vacante... RIP Conchita). Y es que si algo se puede afirmar de Producto nacional es que, pese a todos sus errores, es una obra de amor a un país confuso, una reconciliación, hasta una refutación de la tesis de Juanito Valderrama: la pandereta y el rock and roll pueden convivir, mira a Liam Gallagher. No es el mejor ejemplo, en general de nada, pero míralo. 

Y sí, he dedicado 2500 palabras a un despelleje un poco inmisericorde, a veces justificado y otras no tanto, pero ya me conocéis: es pasar un rato con estos outsiders y me pongo blandengue. Creo que ahora entiendo a Paco, y hasta lo admiro. Viene en son de paz, a enseñarnos que se puede ser un erudito de la tradición y querer ser adalid de lo moderno; que es compatible la sorna iconoclasta y la reverencia. Que España es grande, y caben más ideas que la de unos pocos reaccionarios.

Y que a su minga la llama Pornobilly. Eso que quede claro.

2 comentarios:

  1. Me gustaría añadir algunas sugerencias al blog:
    Melendi (desde "quítate las gafas" en adelante).
    Papá Levante.
    OBK.
    Azúcar Moreno.
    Raúl "el de Sueño su Boca".
    Sergio Rivero.
    Efecto Pasillo, constatación de que los canarios tienen una excusa para parecer latinos sin serlo (y a Nia me remito).
    Abigail, artista de Valladolid.
    Miguel Nández.
    Vicente Seguí.
    Antonio Orozco (ha hecho méritos de sobra para aparecer por aquí. Y eso que me gusta).
    Juanshows.
    La Madre del Topo, precursores de lo que hoy en día son Ladilla Rusa.
    Y más, muchos más que hanrá por ahí...

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  2. Uf, buena mierda la que traes. Añadido al ya extenso backlog de potenciales truños que tengo apuntados, ¡gracias!

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