Serafín Zubiri tenía una misión: ganar Eurovisión. Fracasó dos veces, así que se planteó metas más asequibles. El teléfono ya no sonaba, pero él sabía que eso no significaba nada: ahí fuera aún había un lugar para él. ¡Mira quién baila! y Splash: famosos al agua le dieron la razón, aunque no se tradujo en una renovada relevancia, ni siquiera cuando por algún cruce de cables de alguien, le dieron un hueco en la edición argentina del primero. ¿Y escalar el Aconcagua? Nada, se quedó a las puertas de la final del concurso más inexplicablemente duradero de la tele euskera. La vida de Serafín es una de obstáculos adquiridos apilados sobre obstáculos elegidos, que el cantante ha superado con enorme destreza ante la atenta mirada y el aplauso de bastante poca gente. Y eso que, según su Wikipedia, ha llegado hasta a conducir un kart adaptado para personas invidentes.
Su faceta de redentor aún tenía algo que decir en 2012, nuestro último año bueno. Engalanado con una venda redundante y con una portada que más parecen los sponsors de un accésit, se embarcó en la ultramaratón de su vida: defender el mayor número de causas posibles en tres cuartos de hora. Así que, en calidad de juez supremo de la especie, me siento cualificado para evaluar si su trabajo ha sido o no en vano. Estamos ready.
¡"Vamos adelante"! empieza como si fuera a ser el AOR más alucinante de tu existencia, una promesa que caduca a los quince segundos. Una macedonia de buzzwords Mr. Wonderful, por momentos literalmente: "Igualdad, comprensión, hermandad, convicción, libertad, eh-oh, eh-oh". El mensaje es obviamente encomiable, pero por algún motivo me está dando ganas de dejar de donar a ONGs, más que de subir mi contribución. Si hay alguien que se haya sentido compelido a mejorar el mundo con esto, y de verdad ha sido solamente esta canción la responsable de tal buena obra, déjalo: vas a ir al infierno. Hay momentos en los que la podría considerar pasable, especialmente porque todo lo que incluya un solo de armónica no puede ser tan desastroso, pero entonces repite lo del "envite de valor" y de un plumazo se agota mi buena voluntad.
Hemos empezado con un proclama así genérica, de haz cosas buenas, pero... ¿cómo sé a qué empresa dedicar mi vida? Por suerte, la primera sugerencia es inapelable: respetar a la pacha mama. "El gran tesoro" es el planeta que nos alberga, pero a saber cuánto tiempo más. Serafín nos habla haciendo el papel de nuestra conciencia estereofónica, que solo le falta un "con la de hierro que tieneeee" para resultar más cargante. Una canción más tranquila esta vez, en la que se nos enumeran catástrofes naturales y las que se vienen, con tanta fábrica y tanto pez sin su río. Facilonga, sí, y no menos por ese "nara-na na naaa", que después de lamentarse sobre el derretimiento de los polos resulta pelín frívolo, pero nada que objetar más allá.
La temática se diluye algo más con "Dónde voy sin ti", que no es tan literal en su propuesta pero que parece tratar sobre la fea costumbre de dejar a los abueletes en residencias. Queda todo un poco clingy y extra-dramático ("por si no despierto"... suena muy manipulador), que en su cabeza era seguramente espectacular, pero me parece una visión muy unilateral del problema, que no creo que todas las familias que internen a un pariente mayor sea precisamente por gusto. Oooh, la gran lacra del siglo XXI, la incorporación de la mujer al mercado laboral, que ahora no puede quedarse en casa cuidando a su madre con demencia y tiene que usar sus ahorros, más la pensión de la señora (en estos tiempos de encarecimiento insólito), para que la atiendan profesionales en centros especializados y extremadamente caros. Pues esto es lo que parece de momento el álbum: un this is what's wrong sin aportar ni una milmillonésima de solución. Gracias por tanto.
En "Cara a cara" abandonamos cualquier pretexto de especificidad, porque esto lo mismo podría ser sobre los uigures que sobre la extinción del orangután de Sumatra. La típica perorata de luchar contra todas las vicisitudes de la vida que no va a ningún sitio y no merece comentario alguno. Es ya imperdonable, pero podría ser peor, como por ejemplo "Para qué llorar", himno universal del whataboutism (si te hartas de mis anglicismos déjalo en comentarios). Serafín se pasa a la balada pianística ramplona para sacar el cliché de "no te quejes, que en África están peor". Lo más destacable es este fragmento de la letra, que tiene un poco de ElAdri vibes:
"Y hasta tontos nos hacemos,
siempre mirando nuestro ego,
fingiendo ser ciegos"
O sea que a él no se le aplica. Supongo que por eso se siente en derecho de echarnos la bronca.
El disco se ha desviado de su idea hace rato, y eso que llevábamos tres canciones. Tanto es así, que la siguiente parece como hacer de menos las vidas de aquellos que, por su condición, no cuentan con el sentido del oído. O igual ya soy yo que soy terriblemente malvado. Porque en "Dame música" se pone el arte de Euterpe por encima de prácticamente cualquier otra experiencia concebible, incluso amenazando con la condena eterna para los no melómanos ("la música es parte del plan de Dios"), un viraje evangelista que no esperaba pero que acojo con los brazos abiertos.
Nunca hubiera pensado que agradecería que volviéramos a los niños soldado, pero vivir para ver: "La energía de la humanidad". Título que podría resultar chocante, hasta que entiendes que se refiere a la fantasía de los muchachos y cómo se desperdicia en guerras absurdas. Diría que musicalmente es tan interesante como mirar el gotelé, pero siempre he disfrutado bastante de hacerlo así que no hablaré mal de ello.
Los primeros segundos que me parecen potables son los acordes jugosos que abren "Las calles del olvido", con sus séptimas y su ritmo tan de yacht rock. Me gusta la parte armónica de esta canción, en todos los sentidos de la palabra armónica, y el arreglo de piano bar es muy elegante. Ah, que de qué va. De los sin techo. "Juégatela" sin embargo nos devuelve a la tierra, aunque me encanta porque deja claro si hay una causa que Serafín no va a abanderar de ninguna de las maneras es la de la gente ciega. Es un despiporre, de verdad: acabas el tema pensando que si acaso tienen la vida demasiado fácil. Alguien con más sensibilidad que yo diría que existe una parte válida, la de no tratar a personas con diversidades con condescendencia, y que simplemente le está quitando hierro al asunto con eso de que "el futuro no lo veo nada claro". Pero es que la letra es muy confusa, tanto que encuentro una tercera lectura y es que Serafín lleva fingiendo su invidencia años. Esta estrofa se presta a tantas interpretaciones que lo voy a dejar ya o me va a explotar la cabeza:
"Cuantas veces me has cogido de la mano,
me has mirado como un niño,
me has visto tropezar,
y has pensado que la suerte me ha engañado,
que mi vida es como un cuadro,
que alguien olvidó pintar
Debes de estar ciego,
para no entrar en mi juego."
Que en la siguiente solo hable de lo mal que está la economía y no haga referencia alguna a lo que ha dicho antes no ayuda, desde luego.
"Rompe ese silencio" está bastante mejor, una balada épica contra la violencia doméstica que en manos de un intérprete con más carisma podría haber sido todo un himno. De verdad, imagino a Merche cantando esto y pelos como escarpias. Que no es que Serafín sea un vocalista poco competente, ni mucho menos, porque tiene la potencia y la vis lírica de cualquier cantante melódico de calidad, pero es en ese "cualquier" en donde radica el problema. No transmite esa chispa especial.
Lo de la Navidad solo es una causa si eres un fundamentalista católico de los que demanda que los Reyes Magos de la Cabalgata lleven trajes que no arruinen la inocencia de sus niños. Pero aquí se cuela también, porque "Es Navidad". Musicalmente tiene un rollito Motown, y su letra desgrana las celebraciones festivas con referencias que han envejecido regular, como lo de "a ver si ganamos otra final", que ha resultado ser que no, y un "amor punto com" colado con calzador que recuerda al cringe de los Tam Tam Go sin motivo aparente. Así y todo, es de lo mejor del disco.
Tenía muchas esperanzas puestas en "Madre querida". Y he aquí mis impresiones según iba sonando:
Mmmm. Esto es... No, ¿no? Si no es, lo ha cogido descaradamente. Ay. Ay que va a ser. No lo hagas. Detente. No... ¡NOOOOOOOOOO!
Eso es, es el "Ave María" de Schubert, solo que se lo canta a su madre. Está entre Jan Terri y el Camino Neocatecumenal, y acaba con un normanbatesiano "por fin soy yo el que se ocupa de ti". Da escalofríos.
Total, que cuento siete causas, siendo generoso, que no tocan ni a una por logo de la portada. Y si el contenido contestatario tiene esas carencias, y se cuentan con los dedos de una mano los momentos musicalmente especiales, nos quedamos con una obra simplona, que falla en ambos aspectos, y que parece maquievélicamente un sellout: quizá crea en todas estas luchas, y desde luego haría bien, pero por otro lado un disco sin ese material que te hace quedar tan bien al posicionarte (y que es tan fácil y poco polémico, además), hubiera tenido aún menos repercusión que este.
¿Soy un monstruo? Puede ser.
VALORACIÓN: Levantar la tapa sería como tirar por el retrete el futuro de la humanidad, y tampoco creo ser tan diabólico. Conservémoslo, que igual encerrada dentro está nuestra salvación. Yo no la he visto, pero nunca se sabe.
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