lunes, 20 de junio de 2022

Levantar la Tapa: Hall of Fame 2022

Es el momento, una vez más, de galardonar a lo más florido del horterismo musical, en ese salón de la fama extraterrenal que Levantar la Tapa aloja cada junio. Una entrega atípica, al menos para mí, que me veía inmerso en el festejo de un Corpus granaíno que me ha permitido tener una experiencia HOFera de primera mano con un tótem del parrandeo audiovisual: la orquesta de pueblo.

Ese conjunto heterodoxo, con su cantante masculino de pintas de torero de capea, que hace gala de sus imitaciones de Raphael, Joaquín Sabina o Manolo Escobar cuando el repertorio se lo pide, y esas dos voces femeninas tan distinguibles: el torrente de esa veterana que está ya de vuelta de todo, y el hilillo afinado de la más joven y exuberante. Esos instrumentistas que parece que han hecho una promesa a la Virgen de las Angustias para abandonar el stoner metal en favor de las versiones bachateras de clásicos de la copla, con la única concesión de que el bolo debe terminar con "Sultans of Swing", independientemente de que lo anterior hubiera sido un medley de Georgie Dann. Ese público enfervorecido, de viejos y niños, pero que me hizo verificar mi teoría de que lo mucho que disfruto de una orquesta es inversamente proporcional a mi distancia emocional a la gente que esté bailando en ese momento el "Casatschok"...

Y es que eso es, en el fondo, nuestro Hall of Fame: una orquesta verbenera non-stop en la que pase lo que pase, sabes que no te dejará indiferente. Cualquiera de los cinco artistas que este año pasan a formar parte de nuestra leyenda pondría a sus pies a una audiencia que, inflada a rebujitos, pide a gritos baile y fiesta ad infinitum. Así pues, enciendan las luces, vístanse de gala, y prepárense para la gloria.

 1. Las Bistecs




Candidatas perennes al máximo premio del sindicato del cutrerío, la distinción les llega ya cuatro años después de desintegrarse en un estallido de purpurina y látex. El dúo barcelonés llegó a nuestras vidas como autoridades máximas en el falocentrismo del mundo del arte, y con ese inmortal "Historia del Arte" le aplicaron un buen tijeretazo al pene de Botticelli, entre otros. Porque... ¿quién no ha cantado alguna vez ese "griegos, romanos, son todos humanos"? 

Nadie esperaba que estas dos iconoclastas irredentas fueran a asaltar el mainstream, pero una vez conseguido, y espoleadas por otro jitazo llamado "Señoras bien", himno de toda vieja de bingo que se precie, parecía que no había límite a su trayectoria. Pero no hay nada más revolucionario que desaparecer cuando tu brillo es mayor, así que en 2018, y mediante un manifiesto animando a que algún sucesor cogiera el relevo del electrodisgusting, se disolvieron como una aspirina en un gintonic. Aquí no las olvidamos, ni las olvidaremos, y por fin ocupan el lugar que merecen.

2. Corey Feldman



Corey Feldman podría haber sido nada más que el brutote afable Teddy de Cuenta conmigo, pero muy a su pesar, Hollywood lo devoró. Malas amistades, excesos constantes, y presuntos abusos de los que sólo encontraba refugio en el rancho de Michael Jackson, donde nada de eso sucedió jamás obviamente. Será por su cercana amistad con el rey del pop, al que defiende a pies juntillas (pese a que, en palabras de Feldman, lo abandonó a su suerte en Nueva York durante el 11-S, no como a Elizabeth Taylor), que tras su fallecimiento resolvió convertirse en su heredero, sin consultarnos ni siquiera.

Lo que pasó después es uno de los hitos definitivos del celebripop, un disco conceptual llamado Angelic 2 the Core que vio a su intérprete convertido en una especie de alma condenada rodeada de ángeles de Victoria's Secret para luchar contra sus demonios. O eso es lo que puedo deducir de la performance de "Go 4 It" en aquel fatídico día de septiembre, donde un Corey encapuchado y un rapero anónimo deleitaron a América con esos drops dubsteperos, esos movimientos adelantados siete mil años a su tiempo, y esa voz como de gato siamés atragantándose. La acogida de dicho despliegue fue gélida no, lo siguiente, y Feldman se ofendió, confundido por el hecho de que no estuviera bien reírse de la gente paticorta, pero sí de Corey Feldman y sus ángeles. Por suerte, no ha cejado en su empeño y continúa a tope en su fútil empresa de ser una estrella del pop, empresa que desde este blog apoyamos con todas nuestras fuerzas.

3. Ladilla Rusa



Cuando Las Bistecs escribieron "os animamos a salir al escenario a reivindicar lo que os salga del ANO", Ladilla Rusa estaba escuchando. El profundo hueco dejado por unas pronto fue rellenado con veintipico invocaciones a Macaulay Culkin, en lo que terminó siendo un éxito transocéanico. Profetas de un pasado utópico de cassettes en gasolineras y Seats Ibiza con alerón, los Ladilla nos pintaron un mundo mágico de tecnorrumba y alpargatas que nos ha robado el corazón.

Y ahora se han aferrado a la relevancia y no la van a soltar ni por todos los Filipinos del mundo: sus himnos como "KITT y los coches del pasado", una adictiva adaptación castizo-drag donde Michael Knight es un tal Jose Mari, y por supuesto "A un metro y medio de ti", la mejor canción que se ha hecho (y suponemos se hará) sobre los dramas mundanos de la pandemia. Son ya un pilar de nuestro costumbrismo musical que está aquí para quedarse, cada uno de sus singles un acontecimiento sin parangón. Les queda cuerda para seguir siendo horteras muchos, muchos años. 

4. Nacho Cano



Si Nacho Cano ha hecho algo bien en su vida, es saber colgarse de mujeres más talentosas que él para poder mantenerse en el candelero: primero fue Ana Torroja, obviamente, quien tuvo que aguantar sus chorradas sobre jamones de York y magdalenas de sexo convexo (de él o del hermano, pero qué más da), y ahora la dupla Ayuso-Chanel promete ser su nueva fuente de ingresos para los años venideros, cuando parecía que ya nos habíamos librado de él.

Hubiera podido quedar solamente como el pretencioso de los Mecano (y eso que Jose María es pintor y compositor de óperas) pero quiso granjearse fama de enfant terrible por algún motivo, lo que resultó en temas como la inenarrable "La historia de Bill Clinton contada para niños", que sería una de las afrentas más graves a la música que se han constatado hasta la fecha incluso si no contara con la colaboración de Los Morancos. Y cómo no, alguien tuvo que rescatar su actuación espídica en el homenaje al pobre Miguel Ángel Blanco, que no sabemos si le ha oído ya gritar su nombre a los cuatro vientos, pero que no debe estar muy contento de que para cierta franja de la población, su nombre vaya más asociado a un demente corriendo hasta arriba de anfetaminas que al del de las víctimas del terrorismo. Así es como van sanando las heridas, supongo.

5. Romano Aspas



Cuentan los sobrecargos de los cruceros Pullmantur que, cuando un transatlántico está en puerto, a veces se ve vagar a un fantasma por los pasillos enmoquetados, con una pulserita de todo incluido en una mano y un daiquiri en la otra. Si tienes el infortunio de encontrártelo, asegúrate de tener un pulverizador de agua a mano, porque cuando se le encrespa el pelo es prácticamente inofensivo.

Romano Aspas es un enigma que, si tuviera más interés del que tengo, pasaría el resto de mi vida intentando desentrañar: actúa en las salas más importantes del país, lo entrevistan en la televisión pública nacional, tiene a un ex-Prince & the Revolution como guitarrista de estudio... y todo cantando como una especie de Julio Iglesias al que hubieran castrado nada más nacer. Su aparencia de yuppie vividor viene acompañada de temas como "Esnifando vida", lema que sigue a rajatabla especialmente si sustituimos "vida" por "océano Atlántico" o su reciente y poco sutil reggaeton "Cleopatra", en la que hace un notable esfuerzo por sonar al borde del orgasmo en cada palabra que dice. Que un cincuentón en plena crisis se haya lanzado a ser el latin lover multiversal definitivo no es sorprendente, pero que lo haga con la desfachatez de Romano, que opera todo el tiempo al borde de la tasa máxima permitida de tranquilizantes de caballo, es digno de encomio. Un titán que merece su inexplicable éxito, sin duda.

Y, como cada año, nuestra ala no musical recibe un integrante más. Hoy le toca a...

El Chiringuito de Jugones



La minoría étnica más perseguida del planeta, el hombre blanco, no gozaba de un safe space televisivo en el que evadirse de la dura vida cotidiana. "La parienta tiene el cotilleo y las telenovelas, ¿pero cuándo van a pensar en mí?", proclamaban algunos, llenos de razón, ante tal injusticia. Y por fin, alguien escuchó, aquel que siempre había escuchado al oprimido, una fuerza del bien como ninguna otra: Josep Pedrerol.

Que "El Chiringuito" es "Sálvame" para futboleros no lo digo yo solo, e infunde en mí el mismo respeto y admiración. Veterano de la parrilla nocturna, ha perfeccionado la fórmula de la tertulia deportiva convirtiéndola en un circo post-moderno, post-media y post-todo. Las reglas de la televisión son escupidas, apedreadas, y rociadas con gasoil para luego quemarlas. Todo vale, y lo amamos.

Y lo amamos porque al final lo de menos es el fútbol. Tú conocerás a Roncero como el madridista más gafe de España; yo como un fan del Boss de los pies a la cabeza; Cristóbal Soria no es solo el que mandó a los blancos al carrer, también es un cantautor troll de éxito. Alfredo Duro no es el único fan del Getafe de España, ni Jorge D'Alessandro la leyenda de las porterías del Helmántico: son un icono comunista y el teólogo más puntero de nuestro tiempo, respectivamente. No hay un colaborador que no haya aparecido desatado en algún momento, ni el stalker de CR7 Edu Aguirre, el políglota Juanma Rodríguez, el musicólogo Lobo Carrasco, el coach motivacional y crooner Sergi Ríos, y, cómo no, tampoco el profundamente inestable Loco Gatti. El amarillismo y el fútbol son una combinación perfecta, y conviven en armoniosa felicidad bajo la batuta del intransigente Pedrerol, que se enorgullecería más de dar la exclusiva del fichaje de Mbappé que la de la cura del SIDA, a menos que la hubiera encontrado Florentino Pérez (cosa que no me extrañaría). Un programa donde las líneas del campo se pintan con caspa y cocaína, un programa para todos con O mayúscula, un programa digno de un Hall of Fame, sobre todo cuando pierde el Madrid.

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