Durante aproximadamente 24 horas de 2018, Luis Más fue el español más comentado en las redes. Su imagen es de niño rico mimado, de los que veranean en Ibiza y en Baqueira-Beret, de los que llevan pantalón pitillo y gastan un bote de espuma fijadora a la semana. Esto lo convirtió no solo en el superhombre nietzscheano que se aparece en los sueños húmedos de Albert Rivera, si no también en un objetivo fácil para las hordas twitteras, que se relamían ante su inminente aparición en la gala 0 de Operación Triunfo.
El formato había cambiado y ahora todo el mundo conocía quienes eran los aspirantes a entrar en la academia semanas antes de la gala, así que los rumores sobre Luis abundaban: ¿era cierto que había pasado noches en vela quitando lazos amarillos de las calles de Barcelona? ¿tenía contactos en las altas esferas de Gestmusic que lo habían colocado en el programa pese a su clara carencia de aptitudes? ¿la vena troll de Forocoches tenía intención de votar en masa por su incorporación a OT como ya hizo en su día con el venerable John Cobra?
El día de la gala llegó y los teleespectadores asistimos, atónitos, a su interpretación de "Carita de buena" de los innombrables Efecto Pasillo. Con un deje a lo Miguel Bosé allá por el año 79, su presencia escénica tenía a los ejecutivos de Disney Channel abalanzándose sobre el televisor, viendo en él al futuro de la cadena. Luis se abrió paso a través de la canción a machetazos cacofónicos, como si aquello fuera un karaoke de crucero de swingers.
Por suerte la actuación dura minuto y medio, así que no da tiempo a preparar la soga y el taburete, pero la audiencia seguía expectante. Había sido todo tan deplorable, habían causado tanta vergüenza ajena sus pasos de baile y su falta absoluta de color de voz, que existía una posibilidad muy real de que Luis Mas se convirtiera en concursante. Y con el precedente de Cepeda la edición anterior, ¿quién sabe lo lejos que podría llegar con la España del Cid apoyándolo?
El sentido común, por una vez, venció, y Luisito se quedó muy lejos de entrar en OT 2018. Recordemos que ese año participaron, sin ir más lejos, la ahora conocida como María Escarmiento, que al menos suple sus limitaciones vocales con esa actitud de "niña más mala del colegio privado", y Joan, que en el tímpano de sus fans sonaba como Frank Sinatra y en el del resto como Cañita Brava puesto de ansiolíticos. No hubiera desencajado su presencia, quiero decir.
Lo que estaba claro es que Luis Mas no iba a desaparecer de nuestras vidas tan fácilmente, no si el dinero de sus papis podía evitarlo al menos. Aquí lo tenemos, un año después, con un LP antes que Amaia de España, y que además cuenta con la colaboración de Eduardo Torres que, si Google no me engaña, fue organista de la catedral de Sevilla a principios del siglo XX. ¿Es tal vez el álbum fusión de música sacra y zarzuela que sus 1200 seguidores en Twitter estaban esperando impacientes? Lo dudo.
Hora de ponerme el Spotify en sesión privada y disfrutar, sea como sea, de este disco. "Dime cómo hacemos", el primer single, empieza con tres segundos de silencio al menos en esta versión, el tiempo perfecto para que nos pongamos los cinturones, porque esto no va a dar tregua. El videoclip está grabado en sepia, el filtro de los recuerdos. Es muy adecuado para la ausencia en general de color de la canción, un puré de clichés en forma de balada intensita. Si a un robot le dices "instrucción 0x74ea03: compón el nuevo single de Merche", devolverá "Dime cómo hacemos" en 47 milisegundos, justo antes de su inmediata autodestrucción.
El caso es que este tema nos ofrece también nuestra introducción al verdadero Eduardo Torres, que así a priori me resulta un error de cálculo por parte de Luis Mas Enterprises. No sólo porque eclipsa a Luis estando bastante más bueno que él, que es en el único aspecto en el que el primero puede ser algo competitivo, si no porque riega con napalm lírico todos los posibles méritos, por escasos que sean, de la canción. Llamar a esto rap es motivo suficiente para que Chuck D se manifieste en tu casa para mandarte a Neptuno de un collejón: es más bien ElAdri, pero sin su adorable ingeniudad. Parece como si Luis y Eduardo se hubieran conocido comprando bots de Instagram y éste último le hubiera convencido de ser la reencarnación de Tupac Shakur. Eduardo rápidamente desempolvó sus diarios de 2º de la ESO y recitó los poemas ahí contenidos sin revisar ni nada. Es una hecatombe de proporciones bíblicas. Eduardo se pavonea sin camiseta en la segunda mitad del videoclip, y es difícil casi identificar a quién pertenece la canción, porque al final ya se te olvida cómo ha empezado la historia.
El disco prosigue con "Cinco", las letras que jamás oirás a Luis Mas decir, garantiza el primer verso. Ojalá sorprendiera y esas cinco letras fueran "Yemen" o "Almax", pero el enigma se resuelve en el estribillo: jamás te dirá adiós. De hecho, lo va a decir tan poco que repite la palabra nada menos que cinco veces, lo cual demuestra que las promesas de Luis valen aproximadamente lo que las acciones de Nueva Rumasa. Es otro tema sin nada que ofrecer, cuya parvedad de momentos destacables es en sí su único momento destacable. Santa Madonna, nos quedan nueve pistas aún.
"Vas a echarme de menos" es la primera de ellas, cortada por exactamente el mismo patrón. Si algo parecía es que Luis Mas no iba a andar corto de temas memorables, aunque no fuera por buenos motivos. ¿Dónde queda el aroma veraniego de su "Carita de buena"? La fórmula es muy sencilla: cuatro acordes que han sido saqueados hasta la saciedad, acentuados por un motivo de tres notas de piano, bombo a negras, y para adelante. Es el equivalente musical del vantablack, me río yo de Silencer. Es mi maldita kriptonita, y "Déjame decirte" sólo me hace más daño, incluso pese a ese "yo equilibro tu balanza" que me retrotrae, de nuevo, a ElAdri. Es pop lobotomizado, es música de Cadena Dial sometida a la técnica Ludovico, y eso es antes de que el follata de Fuengirola de Eduardo haga acto de presencia con su sermón preadolescente:
"Dime que es mentira todo, lo entenderé,
lo aceptaré sin decir nada,
que te vas donde te mereces,
al lugar del que nunca te debiste marchar.
Vuelves a las personas a las que nunca debiste dejar,
porque confieso que nunca te he merecido.
Ni yo ni nadie.
Por eso acepto que te vayas,
que me empujes,
que me tires si te rallas.
Dime que es mentira todo esto y lo entenderé,
que no te arrepientes de lo que dejas atrás,
que el pasado no te va a ofrecer nada más."
Puedo identificar este tipo de poesía: es la mierda que asola Twitter con sus pretensiones de profundidad. Esta basura vacía, que hace a Baltasar Gracián revolverse en su tumba con su repetición banal de tópicos, es el verdadero opio de la juventud. Este es un ejemplo particularmente horrendo de esta peste, pero no tienes que irte muy lejos para ver otros. Cada vez que vuelvo del trabajo me encuentro con una farola donde alguien ha escrito "la primera vez que te vi, me vi" y me da ganas de prender fuego al distrito entero.
"Bailemos con la lluvia" llega demasiado tarde para combatir mi desdén absoluto por todas y cada una de las personas cuya existencia ha jugado un papel en la concepción de este disco. Es el tema perfecto para hundir una nevera llena de Kas Naranja en la arena de tu playa preferida de Menorca y posturear como si no hubiera un mañana. Es como un post de Insta hecho canción. Nunca había sentido tantas ganas de reventar algo a puñetazos.
Como sintiendo el odio latiendo por mis venas, Luis ha optado por un "parapa pararapara parararara" como estribillo para "Quiero dormir", que a decir verdad es mejor que oír al Eduardo ese escupir ácido clorhídrico en mi oído. Si tuviera ganas de seguir viviendo, diría que "Quiero dormir" es un alegre canto a la vida, de esos que te hacen mover la cabeza de un lado a otro al ritmo de la música, o dar palmas, o cometer actos terroristas.
Aunque mi voluntad para seguir respirando hace mucho que se ha ido, "Cenicienta", que por lo demás es otro tema lento y carente de personalidad como los cuatro iniciales, cuenta con un verso que me ha hecho soltar una carcajada que iba con gapardo incluído, cuando el cráneo privilegiado de Luis suelta "saltas de improviso mis almenas" como si eso fuera una frase que un terrícola pronuciaría. Por lo menos nos confirma que Luis vive en un castillo del siglo XIII. Al parecer la canción prosigue con la metáfora medieval, de coronaciones, fortines y yersinia pestis. Es un delirio sin parangón que me hace recuperar un poco la moral, al menos hasta que llega "Bésame".
Su vídeo tiene un mes, y es digno de análisis. En los primeros segundos observamos a Luis mientras contempla entre las sombras a una muchacha, que baila en un escenario. Es obvio que nuestro admirado stalker está enchochado de la niña, y se apunta a clases de danza con la intención única de arrimarse y con suerte tener arrumacos. Luis baila como si en su cabeza estuviera sonando "The Dance of Eternity", pero esto no parece importar a su interés romántico, que acepta acudir con él al puerto deportivo de la localidad, donde Luis señala todos los veleros que posee su familia.
En algún momento, y por motivos que no quedan muy claros pero parecen provenir de que la chica baila tan bien que deja a Luis a la altura del betún en las discotecas, surge el conflicto. Por suerte, tardan menos de diez segundos en arreglarse. Luis decide tomarse en serio las indicaciones de su crush y bailar sin parar, hasta lograr la confianza necesaria para acompañarla en el escenario, la disco, y cualquier evento social donde el meneo del body esté bien visto. Final felis. Lástima que el tema, aunque sea lo más parecido a algo que podría sonar en la radio en algún momento de la historia, siga dando penica.
Como la da "Señorita Tentación", pese a su sonido mucho más moderno. Luis nos narra una historia que sin duda le marcó: en una fatídica noche de copas, le puso los cuernos a su novia con la señorita tentación del título. Si hay una canción que hace que la bilis suba por tu esófago hasta inundar con su amargura tu paladar, es esta. De hecho, merece el "Levantar la Tapa in-depth analysis™".
"Hoy voy a contar la historia
de como me enredé en la vida.
Por dejarme llevar de copas,
todo se complicó enseguida"
Resulta chocante lo florido de la estrofa, al menos para los estándares del disco. Cuéntanos más, nano.
"Yo salía con una princesa,
y aunque mucho yo la quería...
Pero llegó esa noche larga,
un sueño y una pesadilla"
Luis se encontraba en medio de una relación ardiente, pero shit happens. ¿Va a asumir su responsabilidad Luis en todo este entuerto? Spoilers: no.
"Le llaman señorita Tentación
porque mirarla es pecadoooo.
Yo quise estar a su lado
y se jodió todo de una vez.
Le llaman señorita Tentación
porque mirarla es pecadoooo.
Yo quise estar a su lado
y me enredé en su trampa de una vez, de una vez."
Luis es solo una víctima más de esta Mata Hari del amor, y ahora que entran los ritmos reggaetonianos la canción asume una pátina aún más cuestionable. He de decir, sin embargo, que el "porque mirarla es pecadoooo" es muy hype, la única parte del disco que se podría cantar a gritos en una discoteca sin pasar vergüenza.
"Y por volar cerca del sol yo me quemé,
aunque no niego que bien rico la pasé."
Ew. Desaparece del planeta.
"Pero no fui un caballero,
no pude ser sincero
y ahora por ser embustero
me quedé solo.
Solo como un vagabundo,
caminando por el mundo.
Pensando en cada segundo
que por ese error yo más me hundo."
Aquí está cerca del sentimiento de culpa, pero se regodea tanto en su miseria que es obvio que el precio que está pagando es excesivo para lo que ha hecho, o tal y como lo ve Luis, lo que le han hecho.
"¿Por qué lo rico suele ser tan malo, malo?
Yo era bueno pero ahora soy malo, malo.
Lo barato siempre sale caro, caro,
y a su corazón le di un disparo, paro."
No se me ocurre nada que añadir a esta hez, la verdad.
"Y pagaré condena toa la vida
pero hay cosas que nunca se olvidan.
Y si pudiera, REPETIRÍA
aunque otra vez me arrepentiría."
Lo tuyo es de traca. Justo cuando pensaba que no podía darme más asco la canción, suelta esto. La siguiente canción podría ser "God Only Knows", que no me quitaría el mal sabor de boca. Qué repugna todo, por favor.
La siguiente canción no solo no es "God Only Knows", si no que es "Necesidad". Luis debería haber arruinado su vida sentimental para el resto de su paso por la Tierra con la canción anterior, pero por alguna razón se postula como el amante perfecto en este tema. Luis anima a cualquiera que sea el target de su perorata a que deje a su pareja actual para irse con él, porque este no la valora. Hay que tenerlos como las piedras del acueducto de Segovia. Es usted un zafio, Luis Mas.
Para cerrar esta diarrea sonora, un doble tema de estos que tiene dos títulos separados por una barra, porque estamos en un disco de King Crimson ahora. "Perdóname / Quisiera" dura casi cinco minutacos y medio, que es la manera de Luis de decirnos que apretemos el gatillo de una vez. Por si esto fuera poco, Eduardo Torres regresa de entre los muertos para enterrarnos en residuo orgánico. En la primera mitad, Luis nos pide perdón, entiendo por habernos sometido a esta tortura, mientras suena el mismo piano, la misma guitarra, y el mismo ritmito producido con el orto de las diez canciones anteriores. El soliloquio de mierda de Eduardo es más insulso de lo normal, un agujero negro de la originalidad que ha eliminado por completo mi pasión por la música. Más tarde repite "Perdóname" setecientas ochenta y cuatro veces, la canción se para en seco porque las transiciones sin costuras entre partes son propias de grupos decentes como los Beatles o Mägo de Oz y, para rellenar el último minuto, Luis y Eduardo nos regalan otro infecto poema con piano de fondo. Si James Rhodes y Blue Jeans se pusieran de acuerdo en erradicar la vida humana por medio de las ondas, ni en un millón de años llegarían al nivel de depravación que estos dos sujetos alcanzan aquí. Es, por supuesto, "Quisiera", una concesión pretenciosa que tendrá mojando braga a la familia de sus creadores, y poco más. A mi me hinchan la vena como a la Patiño frases de mierda como "kamikaze emocional" o "hacerle el amor al miedo". Todo el que haya posibilitado por obra u omisión que este disco haya llegado a mis oídos merece ser mencionado en los mismos términos que los jemeres rojos.
VALORACIÓN: he tenido este disco en mis manos y desde entonces mi saliva tiene un sabor metálico, me sangra la nariz en los minutos impares y cuando cierro los ojos, veo a mis seres queridos siendo acuchillados. Lanzar este disco al canal de Isabel II es exactamente el argumento de Batman Begins. Prefiero desentenderme por completo del asunto.
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