En mi campaña nigromántica de resucitar todos los blogs en los que he puesto alguna piedra vuelvo a Levantar la Tapa para hablar de un tema para nada manido entre los historiadores del pop cuestionable: Operación Triunfo 1. Aquella experiencia generacional que nos marcó tanto y que, más de veinte años después, sigue dando juego. Sin embargo, mi interés hoy no es regurgitar de nuevo todo lo ya conocido, nada de eso.
Viendo el otro día Telecinco, un error que siempre quiero cometer más a menudo, me encontré con algo de lo que sólo había oído hablar de pasada: Mediafest Night Fever. Esta feria de los horrores es el último (para mí, al menos) componente del SEU (Sálvame Extended Universe), una suerte de Tu Cara Me Suena tróspido en el que los pseudofamosos de la cadena se pasean para cantar con artistas profesionales venidos muy a menos. Allí, presenciando cómo la mujer de Ortega Cano se disfrazaba de Jasmine de Aladdin para, de la mano de Naím Thomas, abrirse paso a machetazos por "Un mundo ideal", o cómo el ínclito Víctor Sandoval se convertía en un clon siniestro de la reina de las fiestas en residencias de ancianos Helena Bianco para perpretar un medley de los supuestos éxitos de ésta última, quedé prendado al instante. Allí estaban Naím Thomas y, de jurado, la gran Rosa López, gente que hace dos décadas besó los cielos, y ahora han quedado reducidas a viejas glorias, si es que alguna vez fueron glorias para empezar.