jueves, 16 de octubre de 2025

Auge y caída del Roast Yourself Challenge

Cuando empezó 2016, había hueco para la esperanza.

Hoy se recuerda aquel año como el principio del fin, pero antes de que se murieran Bowie y Prince (y Harambe, aunque el el apropiamiento de su figura de primate por el movimiento criptofachabro le quita bastante gracia), antes de que entrara Trump a la Casa Blanca, del Brexit, del zika, de los interminables bloqueos parlamentarios, de la crisis de refugiados de la guerra civil siria y los atentados de ISIS, y del consiguiente auge de una ultraderecha europea que felizmente se aprovechó del miedo a la inmigración; antes de todo esto, tal vez aún quedaba una ínfima oportunidad para la redención de la raza humana.

Pero incluso si imaginamos que aquello nunca ocurrió, o al menos no todo junto, que hubiera prevalecido la cordura y el sentido común en alguna de las situaciones, la marca del diablo ya adornaba nuestra piel.

Una especie capaz del Roast Yourself Challenge es una especie abocada a la extinción.

La cultura del roast se remonta, cómo no, a la nación fallida estadounidense, y siendo sinceros, en su versión original era un formato perfectamente válido. Los roasts de Comedy Central, evolucionados de los celebrados en los clubs privados del show business hollywoodiense, son sencillos: los amigos y conocidos de un famoso le homenajean con los insultos más virulentos y destructivos que se les ocurren, en lo que es una demostración de amor y respeto de lo más tóxica.

Ese concepto simple mutó con los años: en internet, gente corriente comenzó a subir fotos a Reddit pidiendo ser roasteados, en lo que es difícil saber si es un síntoma de auto-victimismo emo o simplemente una búsqueda desesperada de atención del tipo que sea. En España, las Roast Battles supusieron un intento por parte del Ministerio de Transición Ecológica de transformar el puro cringe en una fuente de energía renovable, pero el pueblo decidió que prefería ver derretirse los polos antes que a humoristas y celebrities al azar leer pseudo-chistes de guionistas mal pagados.

En algún momento, sin embargo, un iluminado youtuber decidió, al más puro estilo Ayn Rand, que podía eliminar a las terceras personas de la ecuación. ¿Quién conoce más tus propias debilidades que tú mismo? ¿Y quién más es capaz de ignorarlas por completo y, aún perfectamente consciente de una total falta de talento musical, ponerlas de manifiesto en forma de canción?

Nace así el Roast Yourself Challenge.

JPelirrojo

El Roast Yourself del rutilófilo mayor es una verdadera lección en lo que los griegos llamaban hybris. Porque al César lo que es del César, Juan Miguel ha entendido el assignment: a menudo, su roast, rapeado al menos esta vez por alguien con cierta noción básica de cómo hacerlo, es prácticamente indistinguible de las acusaciones que vertería sobre él alguien que le tuviera verdadera inquina. Pero la altanería que le llevó a desdeñar esos reproches como desvaríos de un hater aleatorio se hizo añicos en el momento en el que, uno por uno, se fueron revelando como ciertos. Sí, resultó que no sólo parecía ser un cuñado con complejo de nice guy irreversible y un hipócrita misógino, si no que lo era; que la prometida que lo dejaría efectivamente lo dejó, y que ya no es que sea “vieja gloria” si no que ha quedado reducido a mendigar 40 euros pa’ tabaco a cambio de enseñarte a saltar a la comba. Sólo falta que salga Mefistófeles a reconocerle como hijo suyo. El self-burn acabó ser tan arrasador que JP ha borrado todo rastro de él de su canal, porque en el sótano de su indignidad siempre se puede bajar otra planta más.

Momento cringe: se te ve de lejos, maldito rojo podemita” tiene la misma energía que la gente esa que dice que Hitler era socialista.

RoEnLaRed

Y hablando de orinar sobre el cadáver virtual de JPelirrojo, su ex no quiso perderse la moda de aquel momento, si bien traicionando todos sus principios. Porque la gracia, de tenerla, de un roast yourself es precisamente hacer el ejercicio de contemplación, pero Ro directamente hizo crowdsourcing de su propio funeral con sus fans de Facebook. En su defensa, pide perdón a los damnificados por lo que va a suceder a continuación; pero si eso no valió en Nüremberg tampoco debería valer aquí. Con JP en el papel de DJ Premier y acompañada de un puñado de colegas de excursión en el descampado más feo de Móstoles, Ro hace gala de su máster en Lingüística Teórica en la Universidad de Utrecht (no es broma) lanzando versos sin ton ni son sobre ser o no caza-partners, el insulto más repetido a cualquier creadora de contenido que se atreviera a interactuar con otro youtuber (aunque ¿qué es peor, ser una caza-partners o estar con JPelirrojo sin un motivo ulterior?), con la profundidad lírica de una Stacy Malibu leyendo los ingredientes del pan de molde. Pero oye, aún hoy es el vídeo más visto de su canal con diferencia, así que more power to her.

Momento cringe: sería más fácil encontrar un momento que no dé cringe. Pero nomino a ese encorsetadísimo, chirriante como verja oxidada, “estás prometida y sólo vas con tíos / ¿qué pasa? ¿JP no te paga el salario mínimo?”, y en especial al gratuito “¡BOOOOOOOM!” que lo sucede. Escalofríos.

Dulceida

Mirando a Dulceida, es imposible no preguntarse exactamente a quién influencian los influencers. No es cuestión de que sea yo ahora un ludita, reacio a cualquier cambio en los paradigmas socioeconómicos de la era digital, es verdadera preocupación. ¿Se levantará algún día Dulceida y le sobrecogerá la paralizante sensación de no haber hecho nada de valor durante medio segundo de su vida? Ese sí que sería un buen trasfondo para un roast yourself challenge, pero no tenemos esa suerte. En lugar de pedirle al yonki del barrio que te haga un beat en el FL Studio por medio gramo de crack, Dulceida tira de agenda para convocar a Carlos Sadness —que dice que no toma drogas, que es así sin alteración química alguna— para que le prepare algo rollo reggaetonero. Entre los dos montan una Operación Barbarroja en tus tímpanos, con Ms. Domenech bailando el chuminero de Lydia Lozano en un ático de lujo mientras intenta convencernos con psicología inversa de que trabaja. No sólo es bazofia, porque la pobrecita tiene el don para la melodía de un congrio, si no que la existencia del dúo Marlena, cuya carrera es íntegramente un roast a Dulceida, ha hecho que sea bazofia inservible.

Momento cringe: hay a espuertas, pero lo que más me molesta es que dice Dulceída con tilde en la “i”: o es un lore que desconozco, o tiene tan pocos escrúpulos que es capaz de pronunciar mal su propio nom de guerre con tal de que encaje en la rima.

Dalas Review

Temo meterme demasiado con Dalas, no sólo porque si sus cálculos eran correctos debe de ser ya inmortal, y por lo tanto tiene todo lo que le resta de vida a la Tierra para encontrar esto y atravesarme con esa katana, si no porque seguramente su end goal sea convertirse en el basilisco de Roko y acabaría torturando a una cantidad infinita de versiones de mí mismo en universos simulados. Así que diré que su roast goza de la mejor producción en esta lista; tanto como para conseguir que obvies la rezumante, abrumadora magnitud de su odio, ese que ha corroído cualquier semblante de humanidad que Dalas haya podido tener hasta metamorfosearlo en un supervillano one-shot de Batman, en un oscuro pozo de negra bilis infectada que ha ahogado las ilusiones que un muchacho de Tenerife quizá tuvo una vez para hacer que floten las ínfulas de un megalómano. ¿Eso? Minucias. Sí, es cierto que su roast tiene poco de autocrítica, oh sorpresa, y que por algún motivo la letra aparece palabra por palabra en una página del DSM-5, pero es que le sacáis punta a todo, panda de ovejas.

Momento cringe: no es exactamente vergüenza ajena, sino más bien pánico al ver a Dalas aparecer con una peluca a lo Miare. Esa chiquilla tiene el cielo ganado para los restos.

Ariann Music

Vamos a quedarnos en familia, porque la hermana de Dalas no tiene uno, sino dos auto-roasts que sacó a la luz con tan solo trece años, una edad bastante precoz para recibir afrentas, pero así está el patio. No voy a culpar a Ariann del resto de pecados de su pariente, aunque un rápido vistazo a su Twitter no haga demasiado por desmentir que de tal parra, tal racimo. Pero sí diré que, al menos en el segundo de los dos volúmenes (que es el único que he escuchado, hay que saber parar), se desvirtúa un poco el foco original. Porque por una parte es cierto que, en todo momento —al menos en boca de los youtubers—, estos roast yourself no eran más que una forma de poner de manifiesto que los vituperios de la audiencia más destroyer no te afectaban, pero cuando se pasa de reírse de los bullies a un inflamiento de ego explícito en primera persona y música rollo Gladiator de fondo, como que igual habría que llamarlo de otra manera. Eso sin entrar en que estoy prácticamente seguro de que Matías Prats jamás pronunció las palabras “no hay fiesta ni chiringuito donde no se escuche su tema” refiriéndose a Ariann. Aunque es verdad que esto con un tinto de verano, o cien mil, entra mejor.

Momento cringe: no me gustaría estar en la piel de Paula C cuando Ariann sacó la factura de su “informe”, ese en el que la llamaba “deforme, deforme, deforme”.

Lizbeth Rodríguez

En este espectro de soluciones que ofrece el mundo roast, si algo hemos descubierto es que hay dos extremos: el de la emulación de las injurias recibidas, y el de la defensa propia. Nuestra hall of famer Lizbeth, santa patrona de las parejas infieles y gran fanática de la dialéctica hegeliana posiblemente, opta por una síntesis jamás vista que, si bien flojea en la parte del seppuku —el defecto más grande que se encuentra es el tamaño de sus dientes, que sin ser yo odontólogo diría que son bastante normales—, es auténtico napalm en aquello de no hacer prisioneros. Kendrick Lamar lee esto y dice “te has pasao tres pueblos, amiga”: el equipo de Badabun, el canal de YouTube para el que trabajaba exponiendo cuernos a mansalva, sale del rap en carne viva. Y eso que, de ser verdad lo que cuenta aquí la matriarca, este escarnio público, este arrastre de sus cuerpos inertes por el fango, podría quedarse bastante corto, pero eso ya es materia de la justicia mexicana. La pobre Lizbeth intentó, de veras que lo hizo, lo de inmolarse, pero qué le va hacer si sale ilesa de entre las llamas, como una Khaleesi de silicona.

Momento cringe: no hay ninguno, francamente, así que tengo que inclinarme por un momento épico: “la diosa soy yo y empezó la misa”. Pues claro que sí, reina.

Twin Melody

Las desgracias nunca vienen solas. No, no me refiero que haya dos de ellas, las hermanas Etxeberria, para nada; es que las Twin Melody también duplican lo de los roasts, aunque en este caso tenga más sentido que lo de Ariann; al fin y al cabo, todo el beef que les llega es también doble. ¿O es que acaso hay algún desquiciado por ahí que sea hater particularmente de una de las mellizas? ¡Pues sí! E incluso nos intentan dar pistas para que sepamos diferenciarlas: al parecer, Aitana es la que es mediocre, mientras que Paula se caracteriza por ser “más que fría”. Lo que, sin ánimo de ser ofensivo, no me ayuda mucho, pero es porque lamentablemente soy un gran desconocedor de su a todas luces fulgurante trayectoria. Eso sí, este “No te voy a escuchar” supone el nadir del roast: no porque sea de peor calidad que el obelisco a la disfonía de Dulceida, si no por todo lo contrario. Porque una vez que le añades un bailecito tik-tok-ero cursi pero resultón, cantas de manera más que decente ese estribillo refrito de las Destiny’s Child, y encima tienes al mismísimo Jehová himself de tu parte, ¿realmente está justificado este numerito? No hay debate posible, habéis ganado.

Momento cringe: las rimas AAAA estaban guapísimas cuando el mester de clerecía, pero en el año de nuestro Señor 2018 quedaba un pelín fuera de onda. Por lo demás, todo OK.

Familia Carameluchi

Nunca una familia había sido responsable de tanto terror desde los Manson. E igual que Charlie y sus compinches aniquilaron el sueño lisérgico de los sesenta, el clan Carameluchi hace lo propio con la idea del roast. No sé quiénes son, ni qué hacen, ni quién les da derecho para subirse a las mesas de este Tommy Mel’s y agredir a los comensales, ni qué idea de negocio es esa de fabricar dulces de cereza con sabor a fresa, ni por qué demonios esto tiene un maldito featuring de un reggaetonero a sueldo con gafas de aviador que habla en clave y arrampla con la mitad del metraje. Sólo sé que me siento vacío. Extinto. Es aquí, en el discurso motivador de Nohewi, Mamá Carameluchi, cuando sólo puedo ver mi propio rostro en el espejo de la pantalla. Era yo, todo este tiempo, el interpelado en estos roasts. Yo, cuya opinión no importa, resbala, rebota. Con cada “pa’ fuera”, pierdo algo de poder. Mi voz queda opacada. Me están exorcizando.

Antes de esfumarme, medito, por si puedo aprender una última lección antes de reencarnarme en un gusano, o algo más indigno. ¿Tal vez sea que la rabia sólo engendra más rabia, en un ciclo recursivo que alguien tiene que frenar antes de que salgamos todos con los pies por delante? ¿O es al revés, y el odio es el combustible de la creatividad? ¿Del amor verdadero, que es el propio? Es imposible decidirse. Los roasts implosionaron, intentaron dividir por cero, habiendo nutrido un sinfín de paradojas que terminaron por darles muerte. Y yo, atrapado en su corriente desintegradora, me hago uno con el éter.

A un nanosegundo de la no-existencia, veo la cara de mi creador, y sé que mi futuro está sellado.

No cometáis mi error. 

2 comentarios:

  1. El Roast Yourself Challenge lo inventó Thalia en su canción "Arrasando", del álbum homónimo. No sé si Thalia ha hecho méritos para aparecer por aquí, pero si ha aparecido Paulina Rubio, ¿por qué no Thalia?

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    1. Hace dos años sacó un álbum llamado "Thalia's Mixtape" que empieza con una cover del "Devuélveme a mi chica" de los Hombres G. Si eso no es hacer méritos...

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